domingo, 29 de julio de 2012

59. Pánico: El Súltan


                   
Descubriendo el verdadero miedo
Un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores cortesanos. Se embarcaron en el puerto de Dubai y  zarparon  en dirección al mar abierto.
Entretanto, en cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos – que jamás había visto el mar, y había pasado la mayor parte de su vida en las montañas – comenzó a tener un ataque de pánico: sentado en la bodega de la nave lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos procuraban calmarlo, diciendole que el viaje no era tan peligroso, pero aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón. 


El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por  aguas tranquilas y cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la tripulación.
Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del hombre. El sultán ya estaba a punto de mandar a volver al puerto cuando uno de sus ministros, conocido por su sabiduría, se le aproximó:
- Si Su Alteza me da permiso, yo conseguiré calmarlo.
Sin dudar un  instante, el sultán le respondió que no solo le permitía, sino que sería recompensado si consiguiera  solucionar el problema.
El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento, contentos  de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de  tripulantes  agarró  al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron  al agua.
El cortesano comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió a la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo consiguió reflotar. En ese momento, el ministro pidió que lo  alzasen  nuevamente  hasta la cubierta del barco.
A partir de aquel  episodio, nadie  volvió a escuchar jamás cualquier queja del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El viaje – que antes era un tormento para todos los que se encontraban en el barco – se transformó en una experiencia de armonía y tranquilidad.
Poco antes de regresar al puerto, el Sultán fue a buscar al ministro:
-¿Cómo podías adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar  se calmaría?
- Por causa de mi matrimonio – respondió el ministro. Yo vivía aterrorizado con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de  llorar y gritar   como este  hombre. Un día ella no aguantó más y me abandonó, y yo pude sentir lo  terrible que sería la vida sin ella. Solo regresó después de que le prometí que jamás volvería a atormentarla con mis miedos.
De la misma manera, este hombre jamás  había probado el agua salada y jamás  se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse. Después que conoció eso, entendió perfectamente  lo maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.
Sabia actitud – comentó el sultán
- Está escrito en un libro sagrado de los cristianos, la Biblia: “todo aquello que yo más temía, terminó sucediendo”. Ciertas personas solo consiguen valorar lo que tienen cuando experimentan la sensación de  su pérdida.
Paulo Coelho
Job 3: 25 Porque el temor que me espantaba me ha venido,
Y me ha acontecido lo que yo temía.
       

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