Conociéndole (parte 3)
Hablemos ahora de las ofensas. (1 de 3)
Para que el perdón tenga razón de ser, tiene que existir previamente una ofensa. Esto no quiere decir que la ofensa genere el perdón, lo que genera es dolor, y el perdón sería algo así como un analgésico, pero sobre esto hablaremos después.
El significado de la ofensa es la acción de despreciar o humillar con palabras o acciones, es la capacidad que todos tenemos para influenciar negativamente sobre otro con o sin intención de causarle dolor.
Primero debemos a establecer que el ser humano es un ser individual, que todos somos diferentes y por ello ante una misma ofensa podemos llegar a tener distintas maneras de reaccionar.
Básicamente podemos clasificar las ofensas desde la magnitud o dimensión que ellas poseen y pueden afectar al ser humano en general. Menores, propias y mayores.
01. Ofensas menores.
Son todas aquellas ofensas que recibimos y propinamos a diario aun sin la mínima intención de ofender o causar dolor que es lo mismo. Recuerdo a una profesora que teníamos en el Instituto Bíblico, ella siempre hacía mucho hincapié en el cuidado que debemos tener en cómo dirigirnos a nuestro prójimo.
Ella nos decía que a veces en el saludar acostumbramos adjetivar a las personas “¿cómo andas cabezón?, ¿qué haces flaca? o ¿cómo te va gordo?”, y que a esto lo hacemos con tanta naturalidad que no percibimos como el receptor puede tomarlo, a veces por el simple hecho de tener un mal día desconociendo el dolor que causamos.
Suponiendo que representamos a las ofensas que recibimos como piedras que vamos cargando en una mochila que llevamos en la espalda, seguramente iríamos todos encorvados por la vida. ¿Quién querría esto, no?, entonces para que vamos a permitir que estas pequeñas cosas nos causen tantas molestias, lo más sabio es dejarlas pasar, es decir no tenerlas en cuenta para nada, directamente que no nos afecte. Y por el otro lado tengamos en cuenta no provocar estas ofensas.
Proverbios nos enseña en el Capitulo 19 versículo 11. La cordura del hombre detiene su furor. Y su honra es pasar por alto la ofensa.
Ó Eclesiastés 10:4 Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
M.R.V.
Hablemos ahora de las ofensas. (1 de 3)
Para que el perdón tenga razón de ser, tiene que existir previamente una ofensa. Esto no quiere decir que la ofensa genere el perdón, lo que genera es dolor, y el perdón sería algo así como un analgésico, pero sobre esto hablaremos después.
El significado de la ofensa es la acción de despreciar o humillar con palabras o acciones, es la capacidad que todos tenemos para influenciar negativamente sobre otro con o sin intención de causarle dolor.
Primero debemos a establecer que el ser humano es un ser individual, que todos somos diferentes y por ello ante una misma ofensa podemos llegar a tener distintas maneras de reaccionar.
Básicamente podemos clasificar las ofensas desde la magnitud o dimensión que ellas poseen y pueden afectar al ser humano en general. Menores, propias y mayores.
01. Ofensas menores.
Son todas aquellas ofensas que recibimos y propinamos a diario aun sin la mínima intención de ofender o causar dolor que es lo mismo. Recuerdo a una profesora que teníamos en el Instituto Bíblico, ella siempre hacía mucho hincapié en el cuidado que debemos tener en cómo dirigirnos a nuestro prójimo.
Ella nos decía que a veces en el saludar acostumbramos adjetivar a las personas “¿cómo andas cabezón?, ¿qué haces flaca? o ¿cómo te va gordo?”, y que a esto lo hacemos con tanta naturalidad que no percibimos como el receptor puede tomarlo, a veces por el simple hecho de tener un mal día desconociendo el dolor que causamos.
Suponiendo que representamos a las ofensas que recibimos como piedras que vamos cargando en una mochila que llevamos en la espalda, seguramente iríamos todos encorvados por la vida. ¿Quién querría esto, no?, entonces para que vamos a permitir que estas pequeñas cosas nos causen tantas molestias, lo más sabio es dejarlas pasar, es decir no tenerlas en cuenta para nada, directamente que no nos afecte. Y por el otro lado tengamos en cuenta no provocar estas ofensas.
Proverbios nos enseña en el Capitulo 19 versículo 11. La cordura del hombre detiene su furor. Y su honra es pasar por alto la ofensa.
Ó Eclesiastés 10:4 Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.
M.R.V.
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