La última Lágrima
Allí
estaba, sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas
rotas de la vereda; gorra marrón, manos arrugadas sosteniendo un viejo bastón
de madera; pantalones que arremangados dejaban libres sus pantorrilas y una
camisa blanca, gastada, con un chaleco de punto tejido a mano. El
anciano miraba a la nada. Y el viejo lloró,y en su única lágrima expresó tanto que me fue muy
díficil acercarme, a preguntarle, o siquiera consolarlo. Por el frente de su
casa pasé mirándolo, al voltear su mirada la fijó en mí, le sonreí, lo saludé
con un gesto aunque no cruzé la calle, no me animé, no lo conocía y si bien
entendí que en la mirada de aquella lágrima se mostraba una gran necesidad
seguí mi camino, sin convencerme de estar haciendo lo correcto. En el camino
guardé la imagen, la de su mirada encontrándose con la mía. Traté de olvidarme.
Caminé
rápido como escapándome. Compré un libro y cuando llegué a mi casa, comencé a
leerlo esperando que el tiempo borrara esa presencia……pero esa lágrima no se
borraba……..Los viejos no lloran así por nada, me dije. Esa noche me costó
dormir, la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana volvería
a su casa y conversaría con él, tal como entendí que me lo había pedido.